sábado, diciembre 09, 2006

Notitas Sueltas - Qué le hacemos a Panamá?

No estoy de acuerdo con el último párrafo, pero la verdad, no andan las cosas muy lejos de lo que se escribe aquí...

Panamá se vende a pedazos
Carlos Eduardo Galán Ponce
No hay hoy nada más descabellado que importar poblaciones, esa corriente tuvo gran sentido hace más de un siglo, cuando inmensas áreas despobladas de fértiles tierras rurales de nuestra América requerían de manos que las hicieran producir. Ejemplos clásicos encontramos en las primeras familias alemanas católicas traídas a establecerse al sur de Chile y en la llegada de los primeros colonos que poblaron las llanuras de Texas, pero hoy, cuando hasta a los países más ricos se les hace difícil proveer de servicios básicos a sus poblaciones y aplican controles cada vez más férreos a la inmigración, al extremo de amurallar esa misma Texas, traer más gente que encima viene a desposeer a los nacionales de lo ya hecho y a especular con la tierra sin sembrar ni una flor, es algo tan absurdo que solo la codicia empresarial y la ignorancia o la falta de visión futura de los gobernantes, son capaces de justificar. Si existen dos términos antagónicos son la aglomeración y la calidad de vida, y lo más curioso es que esos "inversionistas" foráneos, que han "descubierto a Panamá" como destino goloso del hacinamiento y la destrucción ambiental prohibidos en sus países de origen, cuando se aburren de amasar dinero y ya no queda un prado verde, en vez de andar por las calles en bicicletas, o caminando apiñados, soportando el ensordecedor ruido y los asaltos cotidianos, con la energía y el agua potable escaseando en la debacle que crean, se compran una isla solitaria o un enorme barco y se mudan a vivir allí, donde nada ni nadie los perturbe.
El BID y ahora el Ipat nos advierten lo que muchos hemos expresado anteriormente, sobre lo lamentable que está ocurriendo en áreas como Boquete con lo que unos extranjeros han inventado llamar "turismo residencial", que no es más que, previo ilustrarse en cómo evadir los impuestos de transferencia, comprar nuestros suelos para fraccionarlos y revenderlos a precios exorbitantes a inmigraciones masivas indiscriminadas, que ellos mismos atraen con el canto de que aquí todo es regalado, creándole graves trastornos a la seguridad y la calidad ambiental a cambio de un beneficio tan reducido para la economía de la región, que su único desembolso fuerte va a manos de los mismos especuladores cuando les venden sus inmuebles para encima despachar el dinero fuera del país. A partir de allí no tributan nada, hay que suplirlos de caminos por $28.00 al año de placas para un auto exonerado y de agua potable ilimitada por $2.00 al mes, exigen el descuento de jubilado en todo lo que
tocan, hasta para sus nietos, para no pagar estampillas, hacen de correo cuando van al norte, se reúnen para informarse de dónde y cómo lograr el mínimo ahorro (ver www.boquete.org) y regatean hasta por un corte de cabello de $2.00.
Independientemente de la consideración que puedan merecer los hábitos de consumo de cada persona, la responsabilidad de cada país es fomentar las actividades que redundan en beneficio de sus pobladores y no convertirnos, con cargo a nuestros tributos y al sacrificio de un merecido beneficio comercial y de nuestro entorno natural, en la solución para poblaciones que emigran de economías donde los sistemas tributarios, bajo los cuales prosperaron, hacen que la vida sea más costosa. Personas forzadas a medir sus gastos es lo que aquí sobra y traer más no tiene objeto, cuando todos sabemos que la forma de aprovechar racionalmente la belleza de la región es fomentando la construcción de calificadas estructuras de uso compartido, para dar acogida y brindarle servicios a un turismo de alta capacidad económica, que se rota sin crear establecimientos y que gasta su dinero, copiosa y elegantemente, admirando temporalmente nuestras bellezas naturales sin alterarlas ni disponer de
ellas. Ese es el negocio del turismo, no vender la región por trozos.
Además, la preservación de áreas boscosas sensitivas requiere de una norma especial de extrema baja densidad de uso de suelo, que evite la depredación y la aglomeración, procurando la captación de divisas con un mínimo de trastorno a la calidad ambiental y al suministro de servicios públicos. Así lo ves en el residencial "La Dehesa" en las afueras de Santiago de Chile, lujosas y enormes mansiones de extranjeros en extensas áreas conservadas y embellecidas por un estilo de vida, que a su vez auto regula el incremento poblacional. La tenencia de la tierra frente a los extranjeros solo requiere de un dedo de frente y un poquito de cariño por tu país para ver la necesidad de regularla y sin asilarnos del progreso, custodiar celosamente nuestro ecosistema y nuestra identidad propia, como lo hacen exitosamente China, México, Holanda y Hawai, entre otros. Yo no sé adonde viajan tantos funcionarios a diario con nuestros dineros, que no traen una sola idea del ordenamiento urbano
y turístico que exhiben otros países.
Aquí los poderosos intereses extranjeros adquieren para su único beneficio todo lo nuestro, bosques, islas, playas, tierras, haciendas, industrias, comercios, negocios, urbanizaciones, contratos, concesiones, distribuciones, comunicaciones, energía, carreteras, bancos. Nada se escapa, todo Panamá está a la venta, exceptuando por ahora las oficinas públicas, porque allí es donde se legaliza toda esta rapiña y el Canal que se había salvado porque no era nuestro, pero como ganó el "sí", solo resistimos seis años sin "jugárnoslo" y como se ampliará "sin comprometer a la Nación" y "el Canal no puede ser hipotecado", me imagino que al fallar los números, los acreedores instalarán garitas flotantes de cobro en las entradas o irán de casa en casa a cobrarnos a cada uno los más de $1,000.00 que nos tocará de la deuda para finalmente dejarle como legado de soberanía a nuestros nietos, vestigios de una música típica "arreggaesada", la bandera a veces invertida, el escudo con águila
nueva y el himno nacional, cuya letra apuesto a que la mayoría no se sabe.


El autor es ingeniero agrónomo

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