jueves, noviembre 09, 2006

Being a volunteer in Crete with Archelon

Enredos y desenredos de un viaje
Nov/06/2006 01:35
Ascendí una cubierta y abrí la puerta que da al pasillo exterior. Me recibió una espectacular puesta de sol de la que solamente puedo hablarles pues no supe encontrar los controles de contraste en mi nueva cámara (la verdadera vergüenza tecnológica). El sol, resguardado valientemente por dos franjas de nubes, se ocultaba tras una colina coronada por casas típicas del más puro estilo mediterráneo. El Pireo se despedía de mi y no tuve oportunidad de devolver el saludo.
Regresé al interior del ferry y comencé a explorar lo que aquí le dicen ferry y que en Panamá llamamos Crucero Express. Hay cabinas de primera clase con alimentos incluidos, de segunda, como la que yo tomé y de cubierta, cuyos simpáticos habitantes asaltaron mis ojos tan pronto gire el ultimo peldaño de la escalera de caracol. Dos madres de familia con sus pequeños corriendo por los pasillos, habían extendido mantas en el piso y con pijamas y todo, se disponían a pasar el recorrido durmiendo.
Pero para contar esta historia desde sus inicios, primero debo relatar las peripecias con las que había iniciado este viaje. El trayecto hasta Venezuela transcurrió sin mayores incidentes y una vez puse pie en Maiquetía, me uní a tres panameños más quienes también continuaban el tramo hacia Paris. Solamente que ellos, de ahí se dirigirían al norte, a Estocolmo mientras que yo, vestida como cualquier día en Panamá, me dirigía hacia el sur, a Atenas. Sin embargo en Paris, la aerolínea nos reservó una cómoda y afortunadamente corta caminata a través de la pista, a 15 grados! A pesar de su enorme tamaño, el Charles de Gaulle ha debido habilitar escaleras móviles para hacerse cargo del intenso trafico aéreo. Utilicé la palabra enorme a propósito debido a que por los controles migratorias y al retraso de nuestro vuelo desde Caracas, tuvimos que correr un largo trecho. Yo terminé alcanzando mi vuelo en la última llamada y no pude despedirme de Yania y los esposos Reyes quienes, espero hayan logrado alcanzar su vuelo y retornado a Panamá por estos días.
Mis compañeros de vuelo en este último tramo, fueron dos simpáticos franceses quienes por la revista que ojeaba uno, eran pareja. Pero igual me consintieron durante el vuelo, pasándome las bandejas de comida, despertándome cuando servían las comidas y bebidas, subiendo mi maleta al compartimiento superior o dándome paso para ir al baño. Digo, para eso son los hombres. Sin embargo, los perdí de vista tan pronto desembarcamos en el Elefterios Venizelos, el aeropuerto de Atenas, que con una escultora de los aros olímpicos equilibrándose uno sobre otro, da la bienvenida a los visitantes del mediterráneo griego.
Algunos minutos después, vocearon mi apellido por los parlantes (lo dijeron bien al menos). En Panamá, difícilmente dicen o escriben bien mi apellido a la primera. Mi maleta se había quedado atrás, en Paris. (Fantástico! Allí sólo viene mi tienda de campaña, colchón inflable y medicamentos). Es decir, yo corrí, parece que más rápido que el carrito con las maletas. La joven del counter me pregunta muy amablemente donde me la dejaban y mi dirección en Panamá. Yo, que sabia que no era su culpa así que no podía gritarle pero también quería desahogarme la miré y le contesté: yo no voy a estar en Atenas.
El aeropuerto más cercano a Rethimno, Creta, es el de Hania y hacia allá me enviarían la maleta, con 100.00 Euros de gasto reembolsables. Más vale, porque gaste ?73.00 y espero ver ese reembolso en Panamá.
El aeropuerto de Atenas es uno de los más prácticos en materia de transporte, al menos que yo haya conocido. Apenas transpone uno las puertas, está la cabina de venta de los boletos de bus y por ?3.20 (Dios mío!) compré mi tiquete al Pireo. Siempre olvido que no sólo hay que comprar el tiquete, sino también pasarlo por la máquina dentro del autobús. La advertencia señala que es más caro no hacerlo..si te agarran. Aunque hasta ahora, no he visto ninguna revisión, debe ser una molestia muy grande tener que ir a alguna dependencia a hacerlo y probablemente, un fantástico retraso de planes.
En fin, después que una turista francesa me devolviera el sobre con mi pasaporte, pasaje y efectivo, el cual, había dejado muy convenientemente al lado de las maletas, ups! me dispuse a disfrutar de la vista y los 29 grados de temperatura con los que me recibió Atenas.
El Puerto del Pireo es la última parada del recorrido en bus. Aquí es donde queda nuestra embajada, pero no tengo idea que tan lejos esté y probablemente no haya nadie hoy sábado en todo caso, aunque es rico ver ondear la bandera de Panamá a un costado del edificio. Debo atender primero los enredos o desenredos de mi viaje.
Espero que esta sea la última sorpresa del recorrido. No hay ferries directo a Rethimno durante el fin de semana. Aunque estaba casi segura que Hania no es muy lejos, le pregunté a la vendedora quien sin muchas ganas de atenderme, me envió a las oficinas principales. En efecto, antes de pagar no sé que hotel dos días en Atenas, es mejor ir a Hania.
Lo siento aerolínea, el camino a Rethimno desde Souda, la hermosa bahía de Hania a la que arriba el ferry, está en el sentido contrario al del aeropuerto y encima siendo domingo ya, tuve que tomar un taxi al aeropuerto?pero me estoy adelantando, aún me falta hablar del viaje en el ferry.
Aunque me advirtieron que el embarque comenzaba a las 6:00 p.m. pude subir desde las 4:30 p.m. Finalmente un baño y sueño de verdad. Ya más noche, llegaron otras dos chicas griegas y por último, una señora de unos 50 años quien lanzó algunas palabras a los amerikí que no sonaron muy cariñosas, pero si cree que le entendí o me importa, está muy equivocada!
Después de dibujar un mapa de América para mostrarle a Ioanna y Katerina donde queda mi pedacito de terruño, me hablaron de ir un rato al club. ¿Discoteca a bordo? Wao, que errado mi concepto de ferry.
Realmente, no es una discoteca sino más bien, un bar con música en vivo y está en la última cubierta. Aún allí, colapsados sobre un diván, estaban dos pasajeros de cubierta a los que ningún waiter volteó a mirar. El nivel de la música era lo bastante adecuado para conversar que es lo que casi todos fueron a hacer. Tanto, que el músico bromeando, calificó de excesivos los escasos aplausos que acogieron el fin de ese primer popurrí que alcancé a escuchar.
Cortesía de las chicas, conocí la gazoza, que es de donde supongo proviene la palabra gaseosa y es una bebida dulce, no alcohólica con espuma como de Coca Cola o cerveza. Luego, di cuenta de una botella de agua y regresamos al camarote. Yo no sé si el vendedor me vio atlética, pero me tocó el camarote de arriba. La señora ya estaba acostada en el de abajo cuando llegamos. Olvidaba mencionar que la puerta se cierra pero no se tranca, porque cuando no se compra toda la cabina, no hay derecho a llave, pero me aseguraron que es totalmente seguro y efectivamente, no hubo ninguna novedad en ese aspecto.
Aunque supuestamente había programado el teléfono para despertarme a las 6:05 a.m. quienes lo hicieron fueron los empleados unos 5 minutos después de esa hora. La primera en salir, fue la señora con su bendición. Pero cuando fui a la cafetería a ver si conseguía algo de desayuno, no sólo la encontré cerrada, sino a todos los marinos clasificando nuestras mantas.
Ups! Mejor irme antes que la quiten de la cama conmigo arriba. De modo que me despedí de las chicas, quienes se resistían a ser despertadas y desembarqué en busca de un café.
El sol avanzaba ya en su recorrido por el cielo y a mis espaldas, el tablero electrónico de la nave, anunciaba su salida hacia el Pireo a las 9:00 p.m. de esa noche?

Vacaciones Inusuales en las islas griegas
Nov/06/2006 01:27

La verdad es que yo hago esto por las razones egoístas, me confió Simón, uno de los dos líderes del campamento. Quiero conocer otras personas, otras culturas y es una excelente oportunidad. Recién habíamos concluido mi primera verificación matinal. A las 6:30 a.m. partimos en el viejito pero aún fuerte panelcito de Archelon (la Sociedad Protectora de las Tortugas Marinas de Grecia). Somos seis a bordo y en el camino pasamos a Rachel quien tiene la playa más cercana y por tanto, puede llegar a pie. Aún así, es una considerable caminata.

En el mediterráneo griego, solamente anida la tortuga Caretta Caretta (loggerhead) y las actividades de Archelon se dirigen lógicamente hacia ésta, pero agradecen la visita de cualquier otro tipo de tortuga marina, lo que sucede en algunos casos.

La verificación matinal detalla las actividades en los nidos previamente monitoreados o también, hace el descubrimiento de otros nidos. Yo pensaba que todas las tortuguitas nacían juntas. Sin embargo, puede haber hasta 3 nacimientos colectivos y alguna que otra tortuguita puede salir por su cuenta en un promedio de 10 días. Otro aspecto que me llamó la atención es que ese día, nunca fueron más de 15 los rastros que encontramos a pesar que los nidos contienen en promedio 120 huevos.


Parte del trabajo es poner tiras de petate como un canal desde el nido hasta el mar, para que las pequeñas tortugas no se confundan con las luces de los hoteles. El primer nido que encontramos no obstante, a pesar de no tener esa protección, mostraba el rastro de 14 tortuguitas directo al mar.

Antes de continuar, debo contarles que uno de los varios perritos que pululan por la playa decidió hacer el recorrido con nosotros. Luego de escarbar un rato, cerca del nido, empezó a ladrarle a algo en la arena. Dejamos de buscar las piedras enterradas que señalan la ubicación del nido, precaución necesaria en caso que alguien decida ?relocalizar? sin permiso las pirámides de madera o metal que señalan éstos, y nos encontramos con una pequeña tortuguita que ascendía las paredes excavadas por nuestro ?Toto? como bauticé al perrito. Apartamos a Toto rápidamente y dejamos que el instinto guiara al hábil animalito. Sólo intervinimos levemente cuando comenzó a desviarse, bloqueando su ruta y poco después, con gran coraje de su parte, fue arrastrado por las olas. Es increíble como los animales no se ponen a pensar que tan grande es el mundo o el mar, simplemente, se dejan llevar por él. Aún no salía de la sorpresa y buena suerte de haber visto al pequeño animalito cuando Simón me señaló en la arena a otra pequeña tortuguita.

La mañana era muy fría, yo tenía puesta una bufanda y un jacket que no me quité hasta el final del recorrido aunque Simón sólo vestía el delgado T-shirt que entrega Archelon a sus voluntarios y llevaba las sandalias en el bolso junto a los gruesos cuadernos en que se registra todo lo que le acontece a los nidos.

Las tortugas más débiles, avanzan dos pasos y descansan. Pero ésta, al igual que la primera, percibió el aroma del mar y no se detuvo hasta ser llevada por las olas. Deberá luchar 3 días contra la marea para llegar a aguas calmas. Sólo 1 de cada mil tortugas logra alcanzar la edad adulta. Y en el caso de las hembras, regresará a la misma playa en que nació, para hacer sus nidos. Espero que sean aquellas dos pequeñitas muy afortunadas en hacerlo.

Otros nidos no obstante mostraron señales tristes. En un segundo nido, una sección del petate se había caído y aunque dos tortuguitas emprendieron el camino al mar, otras cuatro iniciaron un confuso desplazamiento alrededor de los senderos de madera y sillas de playa del hotel. No pudimos encontrarlas, pero las huellas nunca se acercaron a la orilla.

Un poco más adelante, llegamos a un nido ?que debía ser excavado?. Durante toda la mañana, Simón me había señalado los nidos que ?ya habían sido excavados? sin que yo tuviera la menor idea de su significado. Cuando han pasado más de 10 días desde que el nido inició su actividad y no se ha registrado cambio, se abre el nido. Usualmente, se encuentran las tortuguitas muertas y los huevos sin eclosionar y éste no fue la excepción. Se hace un recuento de lo que se encuentra, pero se vuelve a colocar la ?pirámide? para que los niños no vayan a jugar con esa arena que puede contener bacterias de los huevos abiertos y también, para que se note la actividad de las tortugas en las playas. En Rethimno, son 11 kilómetros de playa los que recorren de 5 a 7 voluntarios cada mañana.

A las 10:00 a.m. abre el kiosco de información y venta de souvenirs ubicado en la avenida costera, llamada también Eleftherios Venizelos. Dos voluntarios estarán allí hasta las 2:00 p.m. atendiendo principalmente a los turistas alemanes, primeros interesados, aunque también ingleses, italianos y nórdicos. Hasta ahora, no he visto ningún griego en el stand pues a pesar de ser un área turística, se parece mucho al Causeway e inclusive, el tráfico motorizado se prohíbe desde el anochecer.

Entre otras tareas que se llevan a cabo en el campamento, algún voluntario es asignado a verificar las bolsas que contienen los libros con la información de campo de los nidos en las distintas playas y confirmar que no les falte nada, mientras otro voluntario se encarga de limpiar los servicios, el comedor, fregar y limpiar el viejo pero fiel panelcito.

En la tarde, dos voluntarios asignados a distintas o la misma tarea en la mañana, deben ir a un supermercado a comprar los víveres para la cena. No hay refrigeradora, que digo refrigeradora, no hay electricidad! Así que todo debe ser comprado diariamente y en todo caso, la comida continúa en buen estado durante la noche y algunas pocas horas más.

Al caer la tarde, el dúo de voluntarios que se encargará del kiosco a partir de las 6:30 p.m. abandona el campamento mientras los demás esperan la cena y luego, los que deben dictar las charlas hacen las rondas en los hoteles asignados esa noche. El regreso de los encargados del kiosco marca el fin de la jornada y al primer clarear del alba, se iniciará otro día más en estas inusuales vacaciones en las islas griegas.

El Campamento
Nov/06/2006 01:18
Teodora, lo tortuga que no quería regresar al mar


La tranquilidad que reina en el campamento es apenas rota por el rugir de los jets que sobrevuelan la isla. Nunca supe con seguridad si eran de la OTAN, la fuerza aérea griega o tal vez, turca, que ocasionalmente se ?extravían? por estos lares, causando revuelo en las relaciones entre estos dos países, enemigos de antaño. Muchos kilómetros bajo ellos, se yerguen las tiendas de campaña de los voluntarios de Archelon, la Sociedad Protectora de las Tortugas Marinas de Grecia.

Cuando la mayor parte de los voluntarios se dirige a la verificación matinal, unos pocos afortunados aún pueden dar vueltas en sus colchones plásticos. Las mañanas son ligeramente frías hasta que el astro rey se revela en toda su intensidad y en muchas ocasiones, durante el día, la temperatura puede llegar a rondar los 32 grados aunque matizados por una brisa muy fresca.

El calor del sol poco a poco despierta a los perezosos quienes empiezan a trastear las ollas en busca de los restos de la comida del día anterior o en el armario donde se guarda el siempre apreciado pan. Aunque ya sabía que la mermelada es infalible en el desayuno europeo, aún me sorprendieron con un chocolate untable sobre el pan. La mañana se puede ir en comentar los sucesos del día anterior y dejar notas en el tablero del comedor. Una modificación de ranchería de pencas y plástico en la que dos mesas de picnic y cuatro bancos comparten espacio con los portafolios a donde se transfiere la información generada durante la verificación matinal, un tablero con los nombres y nacionalidades de todos los voluntarios del año y el tablero de mensajes en el que nunca falta un chascarrillo.

Ni siquiera a mí se me ocurre caminar en dirección a las duchas antes de las 10:00 a.m. Construidas con muy separados trozos de bambú, pedazos de petate y apenas cubiertas por plásticos, toda la brisa que corre por la colina donde está asentado el campamento parece arremolinarse en torno a ellas apenas se abre la llave del agua. Mientras en el comedor, la conversación continúa ahora con los recién llegados de sus asignaciones y cualquiera se encarga de aclarar la mesa, retirando platos, vasos, botellas de vino y cervezas que permanecen en ella toda la noche. A pesar de ser supremamente estrictos en el consumo de alcohol, una lata de Mythos en la noche es la rutina de varios de los voluntarios, especialmente los ingleses, tan acostumbrados a sus cervezas. Alguien ofrece té y pronto se forma otro grupito esperando que el agua esté a punto.
Actualmente, en el campamento hay tres ingleses, 2 alemanes, 1 norteamericana, 1 australiana, 1 neozelandés y una panameña. Esperamos una francesa de unos 50 años para completar los dos voluntarios que terminaron su tiempo ayer, un italiano y una inglesa. Las edades de los voluntarios fluctúan de los 18 a 50 años. Tal vez, en 20 años regrese a ver que ha sido de las tortugas que ahora están naciendo y cuya sobrevivencia depende tanto de los hoteleros griegos cuyo interés es variable.

Las perezosas horas del mediodía encuentran pocos de los habitantes en el campamento: al cocinero, al encargado de la limpieza y alguno otro que prefiere tomar una siesta. La mayoría ha tomado el camino de la playa cercana o tal vez, esté visitando la ciudad que en habitantes sería como Pacora así que se recorre con calma en un par de horas y no cambia gran cosa de un día para el otro. Al regresar, tomará una siesta en el lounge, al que todavía no he entrado. Son solamente unos colchones inflables sobre los que dormir o tal vez, se acomodará en los sofás a leer un rato bajo el cobijo de los olivos.

Hay una vieja guitarra que alguien donó algún tiempo atrás y como para este momento, ya no quedan sobras de la comida, es mejor haber traído unas galletitas o caminar hasta ¿el supermercado? o mini súper como lo llamamos en Panamá, 15 minutos colina abajo.

Cada año, Archelon recluta entre 400 a 500 voluntarios quienes se distribuyen durante un período de 6 meses en las playas del Peloponeso (Kyparissia, Lakonikos, Koroni), Zakinthos y Creta (Rethimno, Hania y Messara) para monitorear las playas durante el arribo de las tortugas, el desarrollo de los nidos y el nacimiento de las pequeñas tortugas. Adicionalmente, cuenta con un centro de Rescate donde se atienden las tortugas que han sido heridas usualmente por la mano del hombre a través de redes de pesca, motores de lanchas o el consumo de plástico, el cual confunden con su comida.

Charlotte, la otra líder del campamento llega a toda velocidad en el panelcito. ?Voluntarios, pónganse sus suéteres, vamos a devolver al mar una tortuga?. Su nombre es Teodora y yo la llamaré ?la tortuga que no quería regresar al mar?. Salimos con apuro a esperar el directivo de Archelon y uno de los empleados del Centro de Rescate que habían llegado al amanecer en el ferry y sólo después de su llegada habían llamado a las oficinas para que los asistiéramos en el ?evento?.


Teodora venía empacada en una caja bajo una toalla húmeda y aparentemente, toleró de muy mala manera las incomodidades del viaje y su pequeño aposento porque se negó a entrar al agua bajo las atentas miradas de decenas de turistas del Creta Star, uno de los hoteles más lujosos de la isla. Unas horas después, Simón y Kimo nadaron junto a ella para intentar (por tercera vez) que retornara a su hogar. Teodora había visitado el centro con anterioridad debido a una herida y devuelta a su elemento. Retornó al Centro luego de comer plástico y estaba en Creta en busca de aguas menos contaminadas. Yo había apostado a que regresaría a la oficina a pedir posada y aunque no fue así, se apareció en otra playa cercana y regresó a Atenas sobre el agua y no bajo ella.


Apenas logramos regresar al campamento para volver a salir rumbo al kiosco. Con una no tan conveniente ubicación cerca del puerto, tenemos un centro de información y venta de artículos. La calle con todos los restaurantes y tiendas de artículos turísticos está enfrente. A nuestro lado no hay casi nada que interese a los turistas, aunque la oficina de Turismo se encuentra a 20 metros. Sacamos tableros informativos e invadimos la calle con ellos para llamar la atención y algunos valientes cruzan a vernos. A veces, nos preguntan donde queda una cosa o la otra o si vendemos tarjetas de teléfonos. La pregunta ha llegado a tal punto que Simón hizo un cuestionario para pasar las horas muertas y una de las preguntas era ?dónde se pueden comprar tarjetas de estacionamiento o de teléfono?. R: En cualquier kiosco menos éste!! Pero hay que ser amables así que sonrío y dijo ?Hello? a diestra y siniestra hasta que cae algún interesado. Eso hace que la tarde y noche sea más llevadera. El sol no se oculta sino casi a las 7:30 p.m. así que a las 10:00 aún hay mucha gente rondando el área que ahora está cerrada al tráfico motorizado. Me quedo pensando que en Panamá, esa hora serían las 8:00 p.m. cuando ya todos empiezan a buscar el camino a la casa y la oscuridad del cielo es completa. Los griegos son ahora dueños de la calle y prácticamente ninguno se detiene en el kiosco. Creo que en parte los ofende que hablemos Inglés, pero mi dominio del griego dista mucho de poder mantener una conversación y el de Simon y Charlotte, quienes recibieron clases antes de llegar a Creta, no es mucho mejor. Me preocupa sobremanera que los habitantes de la isla no se interesen por sus vecinas tortugas, pero poco a poco algunos griegos se aventuran y a las finales, Rachel y yo hicimos, durante septiembre, el turno del kiosco con más ventas debido a los 5 suéteres que compró un ecologista cretense.


Por muy extraño que parezca, aunque durante la última hora nadie se haya detenido frente al kiosco, en cuanto empezamos a guardar los tableros, alguien empieza a leer el tablero más grande y que por suerte, es el último en ser guardado. Hay que esperar. Cuando finalmente llegamos a la parada, el bus acaba de irse o es muy poco probable que el próximo esté cercano. Afortunadamente, en la noche son más puntuales que en el día así que cuando mucho son 20 minutos de espera. En el campamento, de regreso de los ?slide shows? o charlas en los hoteles (y de verdad es slide show, no hay computadoras, solamente aparatos de diapositivas aunque aquí no son estilo carrusel como los de Kodak) la conversación ya ha terminado y han apagado los quinqués. Si los que regresamos del kiosco estamos muy hambrientos, buscaremos entre las ollas. A veces lo prefiero aunque sean las 11:00 p.m. pasadas. Algunos animalillos merodeadores pueden comerse la comida antes que yo así que más me vale adelantarme y para mañana, puede estar dañado el postre.

Nota: Cuando visité el centro en Atenas, Teodora estaba dándole duro a una lechuga, muy feliz en su estanque.

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