martes, octubre 02, 2007

Exhibición “Criaturas míticas: Dragones, unicornios y Sirenas” Museo de Historia Natural de Nueva York.


“Las criaturas míticas dan forma a las más grandes esperanzas, temores y a los sueños más apasionados de la humanidad”.

Los antiguos griegos fueron maestros en la creación de criaturas míticas y tenían buenas razones pare ello. El cálido Mediterráneo en el que se asentó la civilización griega clásica había sido durante el período Pleistoceno (última era glacial) el hogar de mastodontes, mamuts y otros mamíferos de gran tamaño que se extinguieron dejando esparcidos una buena cantidad de fósiles.

“Imagina lo que debe haber pensado un granjero griego al encontrar grandes huesos de mastodontes en sus tierras”, dice Adrienne Mayor, especialista en Historia de la Ciencia Antigua e investigadora en la Universidad de Stanford (California).

Hace unos años, cuando preparaba un libro sobre los primeros cazadores de fósiles en la época de la Grecia y la Roma antiguas, Mayor recibió un regalo de su esposo: un pequeño mamut armable al que ella decidió darle otra forma.

“Lo rehice intentando imaginar cómo los antiguos griegos habían armado huesos sueltos de un mamut, cuando no había visto siquiera un elefante. ¡Y lo que obtuve fue la imagen de un gigante de dos piernas!”, dice Mayor sobre su descubrimiento. Aquello tenía bastante sentido. Los largos huesos que forman la estructura ósea de la familia de los elefantes son lo suficientemente parecidos a los de los humanos como para ser confundidos. Pero también son dos veces más grandes, por lo que no es de extrañar que dieran lugar a la leyenda de los hombres gigantes, hijos de Urano y Gaia, que lucharon contra Zeus por el derecho a existir.

De los restos de mastodontes se originó también el mito de los cíclopes, como el gigante Polifemo de la Odisea. ¿Qué era ese agujero en el cráneo de enormes animales que los griegos no habían visto nunca? Hoy sabemos que era la cavidad nasal de la que nace la trompa, pero en la época de Homero aquel agujero no podía ser otra cosa que un gran ojo.

Hace 7 años, Adrienne fue también la primer apersona en proponer la teoría de que el grifo, ese animal mitad águila y mitad león que cuidaba el oro en el desierto de Gobi (China) tuvo su origen hace 2000 años gracias a los escitas. Los habitantes de la antigua región indoeuropea de Escitia eran un pueblo seminómada que, en sus recorridos por el desierto, seguramente tropezaron con restos de Protoceratops, un dinosaurio que vivió hace 65 millones de años, y al que convirtieron en el temido grifo.

Los escitas no tenían lenguaje escrito por lo que fueron los griegos quienes difundieron, a través de su propio arte, el aspecto del grifo descrito por los viajeros: criaturas aladas que no volaban y que podían destrozar entre sus patas a caballos y bueyes. Tanto el Protoceraptops como los grifos tienen pico y cuatro patas. Y aunque no tenía alas, el dinosaurio tiene un omoplato largo y estrecho, similar al de las aves vivientes.

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