martes, enero 08, 2008

Respuesta al Presidente de la Asamblea

Lo peor de las democracias es mil veces preferible a la mejor
de las dictaduras. ------ Ruy Barbosa (1849-1923)

Dicen que una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad, probablemente eso fue lo que pensó el Presidente de la Asamblea cuando sin ton ni son (porque honestamente por dónde vino eso?) acusó a la Cruzada Civilista y en fin, a la oposición de la dictadura en general de cobardía porque ir y matar a un soldado que está de día libre es una cosa bien valiente.

Publio Ricardo Cortés C.
La valentía civilista

Opinión

La Prensa, 4 de enero de 2008
La noche anterior al denominado "viernes negro" (10 de julio de 1987) evadimos los retenes policiales y nos concentramos en la azotea del edificio en donde vivía. La misión era elaborar una pancarta que iría al frente de una manifestación. El mensaje de la tela era categórico: "Abajo la dictadura", escrito en letras rojas sobre la tela "manta sucia". Éramos una docena de estudiantes de derecho, incluyendo damas. Todos sabíamos que el siguiente día podría ser distinto, porque frente a esa nueva jornada de "sedición", la dictadura militar anunció que actuaría con mayor rudeza.

La mañana del viernes nos agrupamos en el estacionamiento frontal de la Facultad de Derecho. Nuestras únicas armas eran los megáfonos y los pañuelos blancos. Hubo poca asistencia, sospechamos que la advertencia de los militares tuvo efecto. Cuando reunimos a un grupo de 400 personas, aproximadamente a las 10:00 a.m., iniciamos la marcha, gritando consignas y pidiendo el fin de la dictadura, con la pancarta al frente. La meta era llegar a la Vía Argentina. Atravesamos la Avenida Manuel Espinosa Batista, por el semáforo que está en la esquina de lo que hoy es la Universidad Interamericana; sin embargo, cuando recorríamos la calle que corre detrás del Hotel El Panamá, la advertencia de los militares se hizo realidad. De repente escuchamos el traqueteo de las balas. Todo el mundo se tiró al piso. Nadie cayó herido, pero zumbaban los tiros. Desde el estacionamiento del hotel un grupo de batalloneros disparaba sus AK-47 contra la marcha civilista.

Fueron 10 minutos en el piso que parecieron horas. Después del susto nos levantamos y seguimos caminando. Al llegar al punto acordado no había más nadie, pero cuando los otros civilistas se enteraron de nuestro arribo, perdieron el miedo y comenzaron a salir. En pocas horas, toda la población estaba en la calle ejerciendo la resistencia civil y exigiendo el fin de la dictadura. La reacción de los militares fue de desesperación. De algún lado bajó la orden: "Hay que reprimir". El resto de la historia muchos la conocen.

Cada panameño que vivió aquellos eventos tiene alguna anécdota que contar. En muchas se mostrará el profundo sentido de sacrificio y valentía que el pueblo civilista aportó en la lucha por lograr la democracia imperfecta que hoy tenemos, pero que es mucho mejor que el régimen militar.

El pasado 20 de diciembre, La Prensa, en su primera plana, reportó que el presidente de la Asamblea Nacional, Pedro Miguel González, acusó a la oposición civilista de falta de valentía por no haber tomado las armas en 1989. Esa acusación, además de imprudente, resulta infundada porque la nuestra fue una lucha de resistencia civil, sin armas, donde la opción "guerrillera" nunca estuvo sobre la mesa. Con ello recogíamos la tradición pacifista del pueblo, pero también se tomaba la única vía que se podía tomar frente a un ejército norieguista armado hasta los dientes contra el que era imposible luchar en el campo militar.

Creo que al analizar esos años difíciles, el diputado González debió buscar las evidencias de falta de valentía en otro lado. Yo le sugiero, por ejemplo, que analice la cobardía profunda en el acto de los "Batallones de la Dignidad", al atreverse a disparar sus armas contra manifestantes pacíficos, a sabiendas que estaban desarmados. La cobardía monumental está en quienes usan las armas contra personas débiles y desarmadas, escondiéndose detrás del poder para no enfrentar las consecuencias.


El autor es fiscal del Partido Panameñista

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