lunes, mayo 20, 2013

Letritas robadas

Esta semana les quiero adjuntar unos artículos que se me antojaron la mar de interesantes. Cazadores de ideales: Manuel E. Barberena R. Manuel E. Barberena R. opinion@prensa.com 15/05/2013 - Fue el presidente Theodore Roosevelt quien, en 1906, ideó la frase “rastrilladores de estiércol” para referirse a un movimiento de periodistas renombrados, que denunciaban los escándalos de corrupción de los políticos y de los grandes negocios fraudulentos en Estados Unidos de América. He citado en ocasiones anteriores que “el periodismo es un sacerdocio terrible, y una ambrosía”. Es en el periodismo, no en los gobiernos, donde la justicia halla su fortaleza. En las sociedades de cultura basada en la escritura la lengua es un código de comunicación del que se sirven los pueblos civilizados para estructurar sus sistemas como Estados nacionales y vitalizar de forma permanente sus instituciones. Las civilizaciones de cultura oral perecen al paso de los siglos. Los periódicos, las revistas, los libros, y los sistemas electrónicos de registro enciclopédico son medios para afianzar la educación formal y también el desarrollo cultural con logros maravillosos que ni la imaginación visualiza. Sin la comunicación escrita no existirían las organizaciones ni el gobierno ni las leyes ni la educación. La penetración de la palabra escrita en todo el orden social, después del invento de la imprenta por Johann G. von Gutenberg, a mediados del siglo XV, propició un esplendoroso empuje cultural y el humanismo se esparció por todo el mundo. La revolución de la galaxia Gutenberg echó por tierra la supremacía del Estado sobre el individuo en la escala de los valores humanos, y se opuso al criterio imperante en las monarquías de los siglos XV, XVI y siguientes de que “todas las publicaciones deben contribuir a la grandeza del Estado benefactor”, según reseñan William L. Rivers y Wilbur Schramm en su obra Responsabilidad y comunicación de masas. El derecho del individuo a expresar su pensamiento viene de Dios y privarlo de tal don es un crimen peor que quitarle la vida. Quien a un hombre mata quita la vida a una criatura racional, imagen de Dios, pero quien destruye un buen libro, mata la imagen de Dios, como si dijéramos, por el ojo, asevera John Milton en su obra magistral La Areopagítica. Toda forma de restricción del ejercicio del periodismo constituye un acto infame, más contra Dios que contra los hombres. Se reconoce que la palabra, junto con la sonrisa, el entendimiento y la voluntad, es el don más preclaro del linaje humano. Son múltiples y de engañoso rostro los intentos de burlarse del periodismo. Lo dejan manifestarse al propio tiempo que lo ahogan; y lo exaltan a la vez que lo menosprecian. La publicidad estatal es efectiva para imponer sumisión a los medios; los negocios amansan a los disidentes; la planilla es en ocasiones un bozal; cuando no pueden someterlos, los gobiernos crean sus propios medios que les dan lealtad absoluta. Adversario de las tinieblas y de la maldad, el periodismo es visto como un elemento perturbador por los sistemas arbitrarios. Las campañas políticas son de perfil repetitivo y cargadas están de ficción y de desesperanza por lo falsas que en el pasado las promesas han sido. Hay apetitos sueltos por todas partes y un sálvese quien pueda. Todos los candidatos tienen un mismo patrón de persuasión pues se presentan como el mesías que trae soluciones para todos los males del presente y del futuro. La estafa es un peligro latente en casi todas las campañas políticas. Cambiará la situación de los periodistas perseguidos y asesinados en todo el mundo cuando los medios, al margen de los negocios y los intereses ideológicos, tomen una posición firme más allá de las denuncias y los lamentos. En los albores de la pujanza romana, cuando los Césares ejercían poderes omnipotentes, los tribunos decían: “El César es un león porque los romanos son unos corderos”. Tarea ineludible de lo medios y de los líderes de opinión es impartir docencia a los electores a fin de que, mediante el voto con criterio independiente y libre de soborno, elijan gobernantes honestos que preserven a la patria de acciones lesivas a los intereses nacionales, a sus instituciones en primer plano. Es pertinente recordar la máxima del insigne patriota cubano José Martí: “Ver cometer un crimen y no hacer nada por impedirlo, es lo mismo que cometerlo”. El Panamá del ´New York Times´: Orlando Acosta Orlando Acosta opinion@prensa.com 15/05/2013 - Desde Jamaica y de reciente visita a este país, una amiga me compartió un artículo de The New York Times en su sección Travel, del 3 de mayo de 2013. El extenso escrito reseñaba a un Panamá moderno, elitista, brillante, único, rico, opulento y marginal. Tim Neville –periodista del diario neoyorquino– la pasó bomba entre los restaurantes del Casco Antiguo en compañía de artistas y chefs emergentes de la elite panameña. Se asombró por la cantidad de iglesias confinadas en las siete cuadras del barrio. El hombre cobijó su cansado cuerpo en el confort de uno de los hoteles boutique más in del área, cubierto con sábanas de algodón egipcio de 900 hilos, mirando por su ventana un bucólico escenario que le hizo recordar la cinta El Sastre de Panamá. El paso del periodista estuvo bajo el cuidado de panameños –artistas, cocineros– y el contacto de inversionistas estadounidenses que lograron lucrar con la especulación inmobiliaria en uno de los barrios que se transformó en el más exclusivo y caro de la ciudad. La aventura socioculinaria se confundió entre grandes torres de cemento y cristal, pescado frito en forma de hot dog y heroicas historias de redimidos pandilleros urbanos. Neville no tiene queja de la visión que, como luciérnaga encandilada, tuvo de la imagen urbana, la gente y la cultural de la ciudad de Panamá. A kilómetros al este del Casco, más allá de las playas de Panamá Viejo que vieron fundar la primera ciudad del Pacífico americano, miles de panameños pasan madrugadas y noches en interminables filas para lograr un asiento en el Metro Bus, la “moderna, eficiente y confiable modalidad de transporte urbano” que trata de trasladar a los usuarios a sus trabajos. La crisis de transporte y movilidad ha registrado los mayores niveles de conflicto y contradicción, realidad que encara sin éxito la administración pública. La solución se ha sostenido con millonarias inversiones públicas y monopólicas empresas del sector privado, para articular un sistema integral. Al esfuerzo se sumaron millonarios proyectos carreteros para mejorar la vialidad urbana; estos arremetieron contra el patrimonio cultural panameño y universal con la construcción de una cinta costera que destruyó manglares y cambió para siempre el perfil del paisaje marino la bahía. Es obvio que Neville no tuvo acceso a este Panamá. Un número importante de ciudadanos no tiene agua potable de forma regular. Los Objetivos de Desarrollo del Milenio de la ONU proponen reducir a la mitad la deficiencia en la cobertura, antes de 2015. Para que Panamá logre esta meta, es necesario hacer mucho más que inversiones en hoteles y carreteras. Demanda reforzar la institucionalidad rectora del sector agua que, según expertos locales, necesita más que recursos de inversión. Se requiere ejecutar una política de uso y conservación de los recursos hídricos y una transformación del sector. El Estado asignó cerca de $200 millones para la mejora de los sistemas de abastecimiento y saneamiento en la región metropolitana. En el corredor, entre Panamá y Colón, la demanda por el servicio de agua potable es diaria. La semana pasada, la misma mañana en que Kim Bolduc, representante de la oficina del PNUD, presentaba el informe de desarrollo humano, El ascenso del Sur: Progreso humano en un mundo diverso, una mujer de 19 años y su hijo nonato, perdían la vida sepultados bajo detritos humanos, en una letrina en la comunidad de Chapala, a 30 minutos del opulento hotel Miramar, en el que se presentaba el informe. La economía creciente no ha logrado impulsar cambios significativos para la mayoría de los panameños. El modelo económico de crecimiento excluye a un grupo importante, siendo una de las peores que distribuyen el ingreso y que genera un número indeterminado de “otros Panamá”. Para los gobernantes, ciudadanos, empresarios, políticos y diputados, las disparidades sociales y ambientales, así como los desafíos para erradicarlas debe ir más allá del esfuerzo de regalar (en voces de futuras campañas) estufas, jamones y tanque de gas. El reto de acabar con la pobreza y lograr el acceso a agua y saneamiento se transforma en un compromiso ético, cristiano y solidario; valores desconocidos por ese grupo. Los cambios radicales de los “otros Panamá” serán el resultado de acciones alejadas de la superficialidad y del ojo de un visitante fortuito, que tuvo el privilegio de pasar por estas costas y reportar, desde el trópico, la asombrosa y contradictoria realidad de nuestra cotidianidad.

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